Tuesday, October 17, 2006

La santidad de la mujer
Élder Richard G. Scott Del Quórum de los Doce Apóstoles

Conferencia General Abril 2000.

Cada uno de nosotros tiene el deber de ayudar a toda hija de Dios a reconocer las características sagradas que nuestro Padre Celestial le ha dado".

"La mujer es la creación suprema de Dios. Sólo después de que la tierra había sido formada, después de que el día había sido separado de la noche, después de que las aguas habían sido divididas de la tierra, después de que la vegetación y la vida animal fueron creadas, y después de que el hombre había sido puesto en la tierra, se creó a la mujer; y sólo entonces fue que se pronunció que la obra estaba terminada y que era buena.
"De todas las creaciones del Todopoderoso, no hay nada más bello, nada que sea más inspirador que una bella hija de Dios que camine en virtud, con el conocimiento de por qué debe hacerlo, que honre y respete su cuerpo como algo sagrado y divino, que cultive su mente y que en todo momento ensanche el horizonte de su entendimiento, que nutra su espíritu con verdad eterna"
1.
Luego, el presidente Hinckley nos advierte: "Dios nos tendrá por responsables si descuidamos a Sus hijas"
2
Muchas de nuestras hermanas se sienten descorazonadas, incluso desalentadas y desilusionadas. Otras tienen serios problemas debido a las decisiones que toman. Satanás ha desatado una seductora campaña para debilitar la santidad de la mujer, para engañar a las hijas de Dios y desviarlas de su destino divino. Él sabe muy bien que la mujer es el poder caritativo, abnegado y lleno de amor que mantiene unida a la familia humana. Él quisiera que concentraran su interés únicamente en sus atributos físicos, privándolas del privilegio de ser esposas y madres. A muchas les ha hecho creer la mentira de que son ciudadanas de tercera clase en el reino de Dios. Esa falsedad ha llevado a algunas a cambiar su feminidad divina por la tosquedad masculina.
El éxito cada vez mayor de la influencia de Lucifer quedó grabado en mi mente cuando al conducir en Salt Lake City pasé una camioneta llena de atractivas jovencitas; su vehículo me pasó entonces, cortándome peligrosamente el paso. Las chicas expresaron su desagrado con una variedad de comentarios vulgares y gestos obscenos. Estaban vestidas en su mayor parte con ropa de hombre, aunque algunas tenían ropa inmodesta que no dejaba mucho a la imaginación. Se me cayó el alma a los pies. Éstas son hijas de Dios. Tomé la determinación de que si algún día se me presentaba la oportunidad, alistaría al justo sacerdocio de Dios para ayudar a todas esas jovencitas erradas. Hermanos, podemos y debemos ayudarlas. Temo que gran parte de esa situación deriva de nuestro propio descuido o errores. En nuestra calidad de esposo, padre, hijo o hermano del sacerdocio, cada uno de nosotros tiene el deber de ayudar a toda hija de Dios a reconocer las características sagradas que nuestro Padre Celestial le ha dado. A muchas se les está privando de una vida rica y plena, y de las bendiciones que Dios desea que reciban. ¿Podrían ayudarles a comprender lo que están sacrificando cuando aquellos, que para provecho personal y autojustificación, las conducen como ovejas inocentes y ciegas y les privan de su valiosa calidad de mujer? Muchas mujeres, debido a su naturaleza de dar y de complacer a los demás, no se dan cuenta de su valor intrínseco. Esa pérdida las hace vulnerables a aquellos que tratan de convencerlas de que su función principal es la de ser físicamente atractivas.
Muchas de nuestras jovencitas sacrifican en el altar de la opinión popular y mundana el don divino de la feminidad, de la profunda espiritualidad y del interés bondadoso en los demás. Joven digno, haz saber a esas jovencitas que tú no buscarás a una compañera eterna que se entregue a las costumbres mundanas. Muchas visten y actúan de manera inmodesta porque les han dicho que eso es lo que tú quieres. Con mucho tacto, di cuán ofensiva es la ropa atrevida para ti, un jovencito digno, y cómo lo que ves en contra de tu voluntad despierta en tu ser emociones que no deseas.

A aquellas jovencitas que sí apoyan las normas conservadoras del vestir y manifiestan los atributos correctos de una fiel Santo de los Últimos Días a menudo se les critica por no "estar a la moda". Aliéntalas expresando gratitud por su buen ejemplo. Dales las gracias por hacer lo que complace al Señor y que con el tiempo será una bendición para su propio esposo e hijos. Muchas jovencitas han vuelto a la rectitud gracias al ejemplo y al apoyo comprensivo de un digno poseedor del sacerdocio. Quizás un grupo de ustedes pueda exponer con franqueza sus inquietudes en un entorno apropiado, como una clase de la Escuela Dominical o de seminario. ¿Comenzarás una campaña privada para ayudar a las jovencitas a comprender cuán valiosas son para Dios y lo atractivas que son para ti a medida que ellas magnifican sus características femeninas y los divinos atributos de su calidad de mujer? Tal vez incluso ayudes a moldear el carácter y la devoción de tu futura compañera eterna.
Como hermano, tú puedes ejercer una poderosa influencia positiva en la vida de tu hermana. Hazle un cumplido cuando se vea especialmente atractiva. Es posible que ella te haga más caso a ti que a tus padres cuando le sugieras que vista ropa modesta. Las simples cortesías, como el abrirle la puerta y edificar su autoestima la animarán a buscar su verdadero valor.
Sé un padre sabio que demuestre atenciones a sus hijas; eso te brindará gozo a ti y satisfacción a ella. Cuando una hija sienta el calor y la aprobación de su padre, es muy probable que no busque atención de manera inapropiada. Como padre, reconoce el buen comportamiento de ella. Escúchala y elógiala por su fortaleza. Tú enriquecerás su vida grandemente. Ella imitará el comportamiento que observe; que vea que tratas a tu esposa y a otras mujeres con admiración y respeto.

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